Ella abandonó una mano
en su pecho y él recorrió su costado como si acabara de nacer al cariño de otro
cuerpo. No tardaron mucho en necesitar indagar en caminos más profundos para
mitigar la ansiedad que desbordaba su aliento. Y fue entonces cuando se encontraron en un beso. Leonides volvió a
mirarse en sus ojos, y con la voz sofocada por el deseo le dijo su frase sin
temor a equivocarse.
-
- -. Tú serás mi hombre.
- -. Sea.
El Soñador Ajeno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario