Albert
Camus escribió Calígula en 1938 y lo que sorprende es su
vigencia, su similitud con los acontecimientos que hoy vivimos, la crueldad del
poder absoluto. Calígula, perdido durante tres días por la muerte de Drusila, su
amante y hermana, aparece destrozado y exigiendo un deseo: quiero la luna, quiero
lo imposible; y ese imposible, ante la urgencia de los patricios por la falta
de dinero del Tesoro, se convierte en esquilmar al pueblo, robarle sus
derechos, conducir a los ciudadanos de Roma hasta el abismo para deleitarse con
su capacidad de sufrimiento. Calígula no ignora que esas medidas lo llevarán a
la muerte, pero toda revolución precisa dolor, humillaciones e injusticias
antes de levantarse para acabar con la tiranía; y es ahí dónde comienza su
juego. Este Calígula de Camus es una denuncia del poder, del totalitarismo, del
hay que salvar la economía a cualquier precio. ¿Os suena? Juguemos como él.
Quitad el nombre de Calígula y sustituirlo por políticos, gobiernos,
capitalismo, nos vale cualquiera. Un sistema agotado, corrupto, injusto, que
necesita un cambio profundo desde la raíz, y para ello somete a sus ciudadanos
a unas medidas inútiles pero que provocarán la desesperación y la desconfianza
en los gobernantes, que llevarán a la liquidación del viejo modelo para
instaurar otro mejor, el Nuevo Orden, el Nuevo Orden Mundial. Como dijo De Lampedusa: todo tiene que cambiar,
para que todo siga igual.
Enhorabuena a Joaquín Vida que ha recreado una
versión honesta, limpia, sencilla, dando prioridad a la palabra. Y que ha
dirigido con acierto a un grupo de actores que someten su trabajo al texto sin
permitirse histrionismos que distraigan el mensaje. Un texto duro, tan difícil
de asimilar como bello, que la mayoría resuelve con una naturalidad que lo
resalta. Acostumbrados a determinados “actores” que se pelean con la dicción,
es de agradecer el trabajo de Alejandra
Torray, de Fernando Conde, de Antonio Gálvez, de José Hervás y sobre todo de Javier
Collado Goyanes. Hace falta mucho valor para meterse en la piel de Calígula
y Javier Collado Goyanes lo
demuestra con talento.
Os animo a que veáis
esta obra por su actualidad, por su belleza, porque a los actores se les
entiende cuando hablan, y porque como dice Calígula cuando yace moribundo: ¡Todavía
sigo vivo! Y no dudéis de que esa frase hoy es más cierta y más terrible que
nunca.
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