Pensando en ti he
vuelto a sonreír, ha sido sin querer igual que tu amor, ese amor de segunda
mano que me vendiste como nuevo en un mercadillo de ocasión. Quizá debí fijarme
en los partes de accidente que había dado tu corazón, o en los arañazos de tus
palabras, pero sólo tuve ojos para soñarte habitando mi piel.
Pensando en ti he
vuelto a sonreír gracias a esos pequeños detalles que la pasión había relegado.
Un te quiero agazapado entre algunas copas, una mirada que abandonaste en mi
espalda, dos caricias precipitadas que acabaron en gestos. Detalles que bastan
para entender mi amor, pero que son insuficientes para comprender la ausencia
de tus sentimientos. El roce de tu pierna en la madrugada, un grito que me
entregaste en la montaña rusa, el susurro de tus labios en mi boca.
Fotografías de
instantes que sólo yo he vivido, porque sólo yo he amado. El llanto de las olas cuando salías
del agua, dos borracheras sin alevosía pero con mucho vodka, el gemido que me
anunció tu primer beso.
Pensando en ti he
vuelto a sonreír, ha sido sin querer igual que tu amor.
La sonrisa es lo único qué no podemos perder, incluso de los malas experiencias puede quedar algún buen recuerdo
ResponderEliminarMe ha gustado mucho la parte final, y ese "ha sido sin querer igual que tu amor" tan significativo.
ResponderEliminarSin duda uno quiere sin querer. Si tiene que planteárselo, ya estamos hablando de otra cosa que no es amor.
Un abrazo, Alfredo, queriendo.
Namasté.
Que bonito es sonreir sin proponérselo, por el buen sabor de algún recuerdo
ResponderEliminarEsos amores "sin querer" son los incombustibles.
ResponderEliminarAl leer tus relatos siempre sonrio, a veces sin querer y otras sin querer evitarlo
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