En
el acoso, visto las palabras de blanco
confiando en que los versos rojos
disfracen la maldición que denuncian.
Palabras blancas, dientes de niño
escarbando las miserias del coltán
dientes de agua para vendernos la sed
dientes inútiles que mastican el hambre.
Palabras como los dientes caídos
que guardaste debajo de la almohada
cuando te dibujaron un mapa en la espalda
para que creyeras que conocías el mundo.
Tu espalda se hace larga en mis caricias
y vibra como la lengua de los cerezos
al contacto de mis dedos en flor
pero el mundo es una gigantesca ala
no cabe en las clavículas
no cabe en las frentes domadas
que se inclinan dóciles
para recibir el salario del silencio.
Ellos lo saben, y ocultan el despertar.
Yo lo sé, y me hago el dormido.
Me escondo en sepulturas de folios
aguardando la venganza de un dios
que no habla ni en parábolas,
me escondo entre las palabras
que abandonaste en la almohada
húmedas, ciegas, resentidas,
y las recorto creando mares pálidos
mares de palabras blancas
para que los versos rojos
disfracen la
maldición que denuncian.
Yo lo sé, ellos saben que lo sé
y estrechan la vigilancia virtual de los versos.
Cuando regresemos a los paraísos perdidos
te borraré el mundo de la espalda
y sólo te estremecerá la codicia de mis labios.
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