jueves, 11 de julio de 2013

Ladrones De Luna


No muerdas el alambre, mi niña,
déjame tu rabia
para escarbar con mis uñas
la tumba de esos ladrones de luna.
Demasiado tibio el mármol de enero
para tejerles un sudario.
Demasiado frío el desierto de agosto
para espantar las moscas de sus cráneos.

Déjame tus ojos
para ahuyentar el miedo
que te ha mostrado la soledad de su ataúd.
Demasiado yerma su carne putrefacta
para que crezcan las rosas.
Demasiado dulce el orín de los lagartos
para calmar su sed.

No muerdas el alambre, mi niña,
no muerdas el odio de los ladrones de luna
que con sus púas tatúan el horror en tus mejillas.

Déjame tus heridas
para curarlas con besos de peces voladores,
con escamas transparentes
del vuelo de las golondrinas.
Demasiada justicia en las fauces del caimán
desgarrando sus vientres.
Demasiado rápido un diluvio de dagas
horadando sus corazones.

No muerdas el alambre, mi niña,
que yo te abriré las ventanas del aire.

En el fango de sus excrementos les dejaremos secarse,
enfrentados a la  avaricia de sus miradas,
a los escarabajos que les devorarán los pies
carcomidos por el olvido de su mundo sin esquinas.

Pero no muerdas el alambre, mi niña,
que ya maduran las sonrisas en los naranjos
para vestir tus labios de luz.



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