Sucedió
inesperadamente, veréis, no serían más de las tres y era el primer día de
primavera en el que el sol se dejaba querer fuera del calendario. Cuando la vi
caminando hacia mí con una de esas sonrisas que te hacen creer que la felicidad
sólo consiste en mirarla a los ojos, ignoraba que el deseo más bonito de mi
vida se iba a cumplir en breves instantes. Me levanté para recibirla intentando
que no se notara el zureo de las mil palomas que me picoteaban con crueldad el
estómago, a otros les acosan mariposas pero
yo estaba muy enamorado para expresarlo con un lepidóptero tan efímero; de repente, a un metro escaso, tropezó con algo que no alcancé a ver y cayó al
suelo, me lancé a ayudarla con tanta premura que me precipité sobre su cuerpo y
tuve que realizar un escorzo en el aire para no hacerle daño. Sí, como
imagináis, allí estábamos los dos, después de tanto tiempo sin vernos, juntos, en
el suelo, mirándonos con un atisbo de risa que ni siquiera la cómica situación
lograba romper. Nunca había tenido su cara tan cerca y no pude evitarlo, soy
débil para el amor, posando mi mano en su mejilla derecha le di un beso que
resbaló por la comisura de sus labios hasta descorazonarse en su mejilla. Lo
había esquivado. Ahora no eran palomas sino buitres los que me devoraban las
entrañas por haber sido tan ingenuo de pensar que ella también lo deseaba.
Pero… ¡Esperad! No se movió. Mi boca seguía pegada a su cara, y en esos breves
instantes que transcurren entre dos parpadeos y un suspiro de compromiso, por
mi mente relampaguearon todas las opciones que me quedaban: salir corriendo,
pedir un café con hielo para aplicarlo en el golpe, contar un chiste que
aliviara la vergüenza o fingir mi muerte para que me hiciera el boca a boca;
sin embargó no realicé ninguna de las cuatro, acaricié su barbilla y volví a
ofrecerle mis labios, labios que esta vez ella aceptó, primero con timidez,
después con suavidad, y más tarde demostrándome que yo había nacido para vivir
en sus besos. Sentí tanta emoción, tanta euforia que el éxtasis me produjo un
calambrazo y… me despertó de la siesta. Estaba solo, en el sofá de casa. Mi
perra me observaba con ojos tristes.
El sueño de aquella siesta
levantisca, turbulenta, me ha hecho apuntarme a clases de zancadillas
involuntarias por si alguna vez volvemos a encontrarnos. Hay besos tan
difíciles de olvidar.
Sí, es cierto, hay otra existencia encerrada en los sueños
ResponderEliminarAunque igual es la misma. O quizá sea la real y esta la imaginada...
ResponderEliminarque hermosos sueños, recuerdos, no hay que olvidar aquellos besos tiernos que tanto nos enamoraron, pero tambien hay que saber que el amor tiene riesgos y no todos los besos seran correspondidos....
ResponderEliminarhermosa entrada, feliz dia para Ti!!!
Lo llamamos "sueños" pero quizá sean una puerta a otra realidad, pues ¡adelante, soñémos sin tregua!
ResponderEliminarEn los sueños no hay más realidad que lo que la mente crea, pero cuando son positivos nos sumergimos en una felicidad, que al despertar quisieramos llevar ese momento a la realidad. Soñar es gratis.
ResponderEliminarLos sueños forman parte de nuestra vida, por lo tanto lo que soñamos lo vivimos y los hay que, como este, nos hacen sentir muchas sensaciones distintas, ilusión, nervios, ridículo, alegría...y tú lo has contado tan bien que nos has hecho sentir lo mismo a los que lo hemos leído. Gracias por compartir tus sueños :)
ResponderEliminarBuenos o malos, nos influyen tanto como la realidad y mueven resortes de superación inauditos.
ResponderEliminarUn hermoso texto, Alfredo.
Namasté.