viernes, 28 de marzo de 2014

Tres vidas


Sólo me quedan tres vidas
para ser testigo de tus ojos
y contarte cómo duermen las espigas
que predicaron tu nombre
cuando la poesía se disfrazaba de camino.
Hoy se ha desnudado como un grito,
como una limosna que nadie pide,
como una rodilla que reza
sin encontrar el cariño del suelo.
¡Que paren el reloj de los mares!
¡Que no madure el orgullo de los cerezos!
Romped la mandíbula a los versos del poeta
para que no prueben el pan y el vino
hasta que la noche deje de confundirse con el amanecer,
dejad que se quiebre la voz de los augures
ante la eternidad de ese segundo
donde se conocieron nuestras miradas.

Hoy voy a llorar,
voy a llorar por ti,
por mí.
¡Qué escasas tres vidas para amarte!




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