Dicen
que los cielos no duermen
hemos arañado tantas estrellas
que ya no creen en los hombres.
Los infiernos han ganado la subasta
con un becerro de oro
y la promesa de unos muslos de nieve.
No me asusta la sangre que nos aguarda
sino la que se ha ido
la que bañaba los cuerpos inocentes
mientras nosotros creíamos en los mares,
la que gritaba: hágase el dolor
mientras desgarraba espaldas ajenas.
Del parto de un corazón sin versos
surgirá una piqueta, un timón, una pluma
herramientas para destruir los mundos
que nos han cerrado la frente,
y luego rodaremos como avellanas sin música
de malecón en malecón
hasta alcanzar en tu boca la luna.
Situado al filo de infiernos y cielos
mi única verdad es tu mirada.
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