Hace
frío al norte de los cedros.
Un frío innecesario que duele en los sueños.
La tristeza se alza en muro
y no amanece hasta el atardecer.
Tú estás allí, escondiéndome,
ocultando el vaho de los versos
que respiras desde el olvido.
Ya no te quedan rosas
para fingir rubor con la mirada,
ni manzanas de otoño para alisar
las arrugas del amor en tu pecho.
Sólo te encuentras en mis labios.
Y en esos labios que te habitaron el pasado
ignoras que he muerto al mundo
para hallarte en la palabra,
engendrando verbos
te aguardo en la otra orilla,
allí donde la sonrisa carece de hielo.
Mi nombre gotea en tus manos
y lo miras con tanta nostalgia
que te has hecho noche.
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