Esta historia comienza
con el hallazgo de un manuscrito en un monasterio de Zagorsk (Moscú) al que
llamaron Protocolo Secreto: Las Profecías
de Juan de Jerusalén. Pero, ¿quién era Juan de Jerusalén? Según cuentan las
crónicas fue uno de los ocho fundadores de la orden de los Templarios, “prudente entre los prudentes, sabía escuchar
y leer el cielo, era el ojo y el oído del hombre por medio del cual las fuerzas
de Dios se hacían ver y oír”. Leyendo estas palabras podemos intuir que Juan
de Jerusalén era una especie de
vidente que escribió sus profecías al dictado de un ser superior, y que gozó de
gran credibilidad entre sus contemporáneos; quizá porque sus mensajes no
reflejaban su propia época, y esto es lo inquietante, sino los días que estamos
viviendo ahora. ¿Cómo un caballero templario logró escribir con tal exactitud
hechos que ocurrirían muchos siglos después? ¿Nos encontramos ante otra
manipulación de textos antiguos?
Lo curioso es que Juan de Jerusalén, al igual
que los Mayas, los Hopis y otras muchas culturas, no predice el fin del mundo,
como muchos se afanan en proclamar, sino el paso a una nueva era en donde la
humanidad conseguirá por fin liberarse de la esclavitud de los poderosos.
A continuación os dejo
un resumen de algunas profecías para que vosotros mismos juzguéis.
Mis
ojos descubren en el cielo lo que será, una mano me guía hacia lo que ni veis
ni conocéis. Mil años habrán pasado y Jerusalén ya no será la ciudad de los
cruzados, los cristianos no osarán acercarse al sepulcro si no son escoltados
por los caballeros judíos, que tendrán aquí su Reino y su Templo.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
todos sabrán lo que ocurre en todos los lugares de la tierra, se verá al niño
cuyos huesos están marcados en la piel y al que tiene los ojos cubiertos de
moscas. Pero el hombre volverá la cabeza pues no se preocupará sino de sí
mismo. Los mandatarios serán cambistas y usureros, la espada defenderá a la
serpiente. Los hombres serán tan numerosos sobre la tierra que parecerá un
hormiguero, las pieles oscuras se mezclarán con las pieles blancas. Los hombres
querrán elegir a sus hijos en el vientre de su madre y matarán a aquellos que
no deseen. Muchos hombres permanecerán sentados con los
brazos cruzados, pues no tendrán forja en la que batir el metal, ni campo que
cultivar. Multitudes de hombres serán excluidos de la vida humana, no tendrán
derechos, ni techo, ni pan; se les expulsará lejos de la torre de Babel de la
opulencia.
Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil, el hombre habrá conquistado el
cielo, navegará en esa nave brillante, nuevo Ulises, hacia la odisea celeste. El
hombre conocerá un segundo nacimiento, conocerá el espíritu de todas las cosas,
de la piedra o el agua, de la mirada del otro y empujará una puerta tras otra en
el laberinto de la vida nueva; se soñará con la enfermedad antes de que
aparezca, todos se curarán a sí mismos y a los demás. El hombre sabrá que todos
los seres vivos son portadores de luz; y ya no tendrá miedo de la muerte, pues
en su vida habrá vivido muchas vidas y sabrá que la luz nunca se apagará.
No hay comentarios:
Publicar un comentario