jueves, 15 de noviembre de 2012

Las Profecías de Juan de Jerusalén


Esta historia comienza con el hallazgo de un manuscrito en un monasterio de Zagorsk (Moscú) al que llamaron Protocolo Secreto: Las Profecías de Juan de Jerusalén. Pero, ¿quién era Juan de Jerusalén? Según cuentan las crónicas fue uno de los ocho fundadores de la orden de los Templarios, “prudente entre los prudentes, sabía escuchar y leer el cielo, era el ojo y el oído del hombre por medio del cual las fuerzas de Dios se hacían ver y oír”. Leyendo estas palabras podemos intuir que Juan de Jerusalén era una especie de vidente que escribió sus profecías al dictado de un ser superior, y que gozó de gran credibilidad entre sus contemporáneos; quizá porque sus mensajes no reflejaban su propia época, y esto es lo inquietante, sino los días que estamos viviendo ahora. ¿Cómo un caballero templario logró escribir con tal exactitud hechos que ocurrirían muchos siglos después? ¿Nos encontramos ante otra manipulación de textos antiguos? 
Lo curioso es que Juan de Jerusalén, al igual que los Mayas, los Hopis y otras muchas culturas, no predice el fin del mundo, como muchos se afanan en proclamar, sino el paso a una nueva era en donde la humanidad conseguirá por fin liberarse de la esclavitud de los poderosos.
A continuación os dejo un resumen de algunas profecías para que vosotros mismos juzguéis.

Mis ojos descubren en el cielo lo que será, una mano me guía hacia lo que ni veis ni conocéis. Mil años habrán pasado y Jerusalén ya no será la ciudad de los cruzados, los cristianos no osarán acercarse al sepulcro si no son escoltados por los caballeros judíos, que tendrán aquí su Reino y su Templo.
 Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, todos sabrán lo que ocurre en todos los lugares de la tierra, se verá al niño cuyos huesos están marcados en la piel y al que tiene los ojos cubiertos de moscas. Pero el hombre volverá la cabeza pues no se preocupará sino de sí mismo. Los mandatarios serán cambistas y usureros, la espada defenderá a la serpiente. Los hombres serán tan numerosos sobre la tierra que parecerá un hormiguero, las pieles oscuras se mezclarán con las pieles blancas. Los hombres querrán elegir a sus hijos en el vientre de su madre y matarán a aquellos que no deseen.  Muchos hombres permanecerán sentados con los brazos cruzados, pues no tendrán forja en la que batir el metal, ni campo que cultivar. Multitudes de hombres serán excluidos de la vida humana, no tendrán derechos, ni techo, ni pan; se les expulsará lejos de la torre de Babel de la opulencia.
Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil, el hombre habrá conquistado el cielo, navegará en esa nave brillante, nuevo Ulises, hacia la odisea celeste. El hombre conocerá un segundo nacimiento, conocerá el espíritu de todas las cosas, de la piedra o el agua, de la mirada del otro y empujará una puerta tras otra en el laberinto de la vida nueva; se soñará con la enfermedad antes de que aparezca, todos se curarán a sí mismos y a los demás. El hombre sabrá que todos los seres vivos son portadores de luz; y ya no tendrá miedo de la muerte, pues en su vida habrá vivido muchas vidas y sabrá que la luz nunca se apagará. 

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