"Un millón", contó la Locura, y comenzó a buscar. La primera en aparecer fue la Pereza, sólo a tres pasos de la piedra. Después se escuchó a la Fe discutiendo con Dios sobre Teología en el cielo, y a
la Pasión y al Deseo los sintió vibrar en los volcanes. En un descuido encontró
a la Envidia, y claro, así pudo descubrir dónde estaba el Triunfo. Al
Egoísmo no tuvo ni que buscarlo: el solito salió de su escondite, que resultó
ser un nido de avispas. De tanto caminar sintió sed, y al acercarse al lago descubrió a la Belleza. Y
con la Duda resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una cerca
sin decidir de qué lado esconderse. Así fue encontrando a todos. El
Talento entre la hierba fresca. A la Angustia en una cueva oscura. A la
Mentira detrás del arco iris (mentira, si ella estaba en el fondo del océano) y
hasta el Olvido... porque ya se había olvidado de que estaba jugando al
escondite. Sólo el Amor no aparecía por ningún lado. La Locura buscó
detrás de cada árbol, bajo cada arroyuelo del planeta, en las cimas de las
montañas, y cuando estaba por darse por vencida, vio las rosas.
Con una horquilla empezó a mover las ramas, hasta que de pronto se escuchó un grito doloroso. Las espinas habían herido los ojos del Amor. La Locura no sabía qué hacer para disculparse: lloró, imploró, rogó, pidió perdón y prometió ser para siempre su lazarillo.
Desde entonces, desde la primera vez que se jugo al escondite en la Tierra, el Amor es ciego y la Locura siempre lo acompaña.
Con una horquilla empezó a mover las ramas, hasta que de pronto se escuchó un grito doloroso. Las espinas habían herido los ojos del Amor. La Locura no sabía qué hacer para disculparse: lloró, imploró, rogó, pidió perdón y prometió ser para siempre su lazarillo.
Desde entonces, desde la primera vez que se jugo al escondite en la Tierra, el Amor es ciego y la Locura siempre lo acompaña.
Eduardo
Galeano
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