“No estamos en una
crisis económica, sino en una crisis política, porque debemos gobernar el
mercado, y no estar gobernados por el mercado. Me hago una pregunta: ¿Es
posible hablar de solidaridad en una sociedad que está basada en la competencia
despiadada? Debemos revisar nuestra forma de vivir. El desarrollo no puede ser
en contra de la felicidad, debe ser a favor de la felicidad, del amor, de las
relaciones humanas, de cuidar a nuestros hijos. Cuando luchamos por el medio ambiente, el primer elemento del
medio ambiente se llama: la felicidad humana”.
Estas palabras las
pronunció el presidente de Uruguay José Mujica en la conferencia multinacional
de Brasil, en un valiente discurso contra el consumismo. José Mujica,
considerado como el Presidente de Gobierno más pobre del mundo, no predica con
palabras demagógicas sino con el ejemplo: dona el 90% de su salario
(aproximadamente 12.000 dólares) a obras de caridad y a empresarios
emprendedores que buscan financiación para su negocio. "Con ese dinero me alcanza, y me tiene que alcanzar porque hay otros
uruguayos que viven con mucho menos".
En la declaración de
bienes del año 2010, quedaba reflejada toda su fortuna: 1.800 dólares. De
acuerdo a la última declaración jurada que presentó a la Junta de Transparencia
y Ética Pública, Mujica sólo es dueño de un coche, vive en una chacra (Granja),
ya que se negó a alojarse en el palacio presidencial, que figura a nombre de su
compañera, la senadora Topolansky, quien también dona parte de su
salario. Sin cuentas bancarias,
sin deudas, el hombre dice dormir tranquilo, y asegura que espera
culminar su mandato para descansar, más tranquilo si cabe.
“Me llaman el presidente más pobre pero no me siento pobre. Las personas
pobres son aquellas que solo trabajan para intentar mantener un estilo de vida
caro y siempre quieren más y más”. Mujica afirma que la austeridad es parte de una "lucha por la libertad" y añadió en
una entrevista a la BBC "No
tengo religión, pero soy casi panteísta: admiro la naturaleza. La admiro casi
como quien admira la magia".
Según encuestas
recientes, la popularidad de Mujica ha caído por debajo del 50% y la aprobación
de su desempeño como presidente es menor al 40%; para la mayoría de los
uruguayos la austeridad no es un pasaje directo a la aprobación. Nadie es profeta en su tierra, pero sin
duda, José Mujica, es un espejo en el que deberían mirarse los gobernantes que
despilfarran el dinero de los ciudadanos, esos gobernantes que, con la excusa
de calmar la avaricia de los mercados, hunden a sus pueblos en un caos sin
futuro, olvidándose de que han sido elegidos por esas mismas personas a las que
están robando ahorros e ilusiones, que esos desahuciados, parados, jubilados y
trabajadores en precario que ellos desprecian en sus medidas, son los que
costean con un esfuerzo agotador sus indignantes prebendas. Y yo me pregunto,
¿Hasta cuándo?
Don José Mujica, simplemente, gracias.
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