Me desperté sobre las
seis de la mañana, fue agradable. Ella había apoyado su pie izquierdo sobre mi
pierna para sentirme hasta en sueños, no tuve más remedio que amarla. La luz se colaba entre las rendijas de la
persiana y seccionaba su cuerpo en finos listones que resaltaban con delicadeza
su piel; me quedé quieto, observándola, disfrutando del escorzo que trazaba su imagen
sobre las sábanas.
Apenas hacía dos meses
que vivíamos juntos, ¡Dos meses! Pensaréis que en ese tiempo es difícil incluso llegar a conocerse en profundidad, sin embargo, yo sólo pensaba en cómo había
podido vivir sin ella, sin sus miradas, sin su silencio.
El amor es silencio.
Sí, veréis, cuando
alejas de ti el fragor continuo al que nos someten nuestras obligaciones y te
quedas callado, abstraído, desechando caprichos vanos porque el único deseo que
te conmueve es volver a verla, te das cuenta de que el amor es silencio. Si
eres capaz de permanecer horas mirando a una persona sin necesitar palabras que
resalten ese instante, sin necesitar que tus pensamientos se distraigan en otra
ocupación que no sea la propia felicidad que sientes por tenerla a tu lado,
entonces, podrás asegurar sin miedo a equivocarte, que has conocido el amor.
El despertador sonó a
las ocho en punto. Lo apagué con cierta decepción. Me puse la bata y antes de
ducharme la cogí con ternura en mis brazos y la desinflé. Después la guarde en
su caja hasta el fin de semana siguiente. El amor necesita distancia para
conservar la pasión.
Que magnifica manera de amar... ni siquiera se necesita que respire a asienta a tus deseos, es consentidora, complaciente y jamás te dirá que no, es más, nunca te registrará los bolsillos cuando llegues tarde a casa, ni aún te preguntará el por qué vienes tarde y oliendo a alcohol. En definitiva, el amor puro y sin egoísmo que todos alguna vez hemos deseado. ¿O no?
ResponderEliminarEso sí, podrá llegar a ser aburrida, pero, nunca sosa. Me encantó, Alfredo.
Gracias, Frank.
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