Quién
decide que hoy sea noche
o que la sangre ingenua
sólo vea asombro en el costado hueco.
Quién decide la lágrima que falta.
Cansado de fabricar pájaros con el dolor
ya no creo en heridas
ni en lunas cortadas con hacha
ni en poetas que no gastaron un suicidio por amor.
Quién decide mi sombra.
Quiero ya dormir en los polos distantes que se
invierten
en la rodilla de un poema con voz de profeta,
alejado de bocas
que vendimian por un racimo el vino de todos,
alejado de galaxias que reflejan y no crean.
Dónde está la eternidad con una rosa en la frente
para morir tantas veces
que no eche de menos la vida.
Demasiada soledad en la distancia que separa dos
cuerpos.
Ser pecado en tu sonrisa
es cuanto recuerdo,
memoria de palabras muertas.
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