A
veces pienso en incendiarme los ojos
con el rescoldo de una palabra,
o atragantarme con el hueso de un níspero.
También podría cortarme las uñas
con el filo opaco de mi tarjeta Black.
(¿Bukowski se las mordía o se las picoteaba el
pájaro azul?)
Prefiero la liturgia del níspero
deleitarme con la turgencia de su carne madura
mientras leo poesía en la red
¡Cuántos peces ignorados!
(¿Los banqueros se las cortan o se las rescatan?)
El níspero se hace lluvia en mi garganta
y su dulzura me dispara a los labios
de alguien a quien amé tanto que ya olvidé.
(Whitman para amar las escondía en su barba)
El hueso se atraviesa y vomito:
“El capitalismo se derrumba aplastando a los
necesitados”.
Aún no se sienten los ecos de la guillotina.
Distopía.
Huid de mí,
la muerte debe continuar.
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