en los ángulos de la tarde,
sus latidos resuenan
por las sienes azules del horizonte,
allí, en la lejanía incierta.
Los árboles sollozan,
tienen manos tristes
tristes y desmayadas
sobre la yema de los versos,
recitando con voz perenne
la belleza de
los bosques de lunas
que exaltan las promesas del viento.
Bosques de lunas
luz que rompe en caricias,
donde el musgo no duerme,
donde las hojas de otoño
conducen a los amantes fugitivos
para que cicatrice la herida de su destino.
Los árboles sollozan
y no es fácil escuchar su lamento,
a veces se confunde con un rumor de estrellas
quitándose los guantes para deslumbrar al sol,
y siempre con los arañazos de mis labios
en las huellas de tu boca huida.
Los árboles sollozan.
Yo te escribo.
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