No
me molesta el escrache de tu mirada, pero he tirado tanto amor que no me queda
ni para una propina. En el casino lo aposté al rojo, ahora entiendo el luto. Me
quedó algo suelto y lo perdí jugando con trileras que sabían
ocultar la bolita. Cuando me quise dar cuenta me habían desahuciado del amor.
Me echaron a la calle con un pasado sin cicatrizar y dos sentimientos
abandonados en la papelera de una promesa.
Ya nadie me fía. Ni
siquiera yo. El kilo de ternura se ha puesto por las nubes y si te ven con cara
de mendigo la retiran del escaparate. Las palabras de cariño son más asequibles
pero carecen de pasión y resulta difícil comprender sus intenciones. En el
mercado de segunda mano se han agotado las historias con final feliz, y las
lágrimas para el fracaso las venden en paquetes de doce, como las uvas en
Navidad.
No me molesta el escrache de tu mirada, sino el vacío de los bolsillos llenos de desamor
que gran estilo,Alfredo me encanta la alquimia,de la mezcla de sus poemas !me encanta!gracias saludos
ResponderEliminarGenial y extraordinaria la confección del texto. Saludos y muchas gracias.
ResponderEliminarIngenioso de verdad, hermano
ResponderEliminarGenial como siempre, es tan fácil leerte . Gracias por tus preciosos textos. Besos
ResponderEliminarMe uno al agradecimiento de compartir cuanto escribe,Alfredo.
ResponderEliminarLo malo (o quizá lo bueno) de jugar tan bien con las palabras es que nos estas acostumbrando a un nível muy alto y cada vez esperamos más. Bueno seguro que tú puedes superarte ¿Con qué nos sorprenderás? :)
ResponderEliminarEntré por casualidad, pero me quedo por decisión...
ResponderEliminarTienes textos profundos y muy bien desarrollados, la idea se transmite y llega, que es lo importante.
Un abrazo.
HD
Ahora que no tengo nada que perder, que no tengo nada mejor que hacer, paso mi tiempo durmiendo, que no soñando. Después de pensar que tenía una buena mano me quede con una delante y otra detrás intentando tapar las vergüenzas pero relajado con la tranquilidad que da quedar en la indigencia afectiva. Y pasa otro día que no me levanto para comer y al igual que los bolsillos siento la tripa vacía, que saciar el hambre tampoco me motiva. Debo seguir la partida pero ya nadie me fía y cuando aparezco se ríe el croupier, “no va más” me dice. Todos juegan a la ruleta y la banca siempre gana y yo con las cartas marcadas, guardadas en la manga de nada me sirven si no me guardan un sitio en la mesa, no gano ni haciendo trampas. Una última partida. ¿Qué apostamos? ¿Y qué más da? Los dados están cargados no puedes triunfar, no te recuperaras de tu mala racha y ya perdiste hasta la camisa. ¿Qué te empuja a seguir? ¡Anda ve a dormir! Y como se suele decir “de perdidos al rio” me rio y apuesto mi alma, que lo que no existe poco vale. Acepta el demonio mi apuesta y me demuestra que el que con niños se acuesta…¡A la mierda, quédate con ella! Me echare una siesta.
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