Me
refugié en los pliegues de mi soledad para no escuchar promesas del viento. Me refugié de esas
palabras de nieve que sólo dejan escarcha en el diccionario de mis sentimientos,
de los besos abandonados en la oficina de objetos perdidos, de las sabanas con la pasión planchada por la frágil memoria de
un arañazo en el tiempo. Pero ayer te vi entrar en mi vida, y en tu mirada he
descubierto que el desamor no es eterno.
El desamor no es eterno
y yo tengo miedo. Miedo de sentir tu lluvia en mi cuerpo, de volver a entregar mis
sueños a otro sueño, de venderte un infierno que a tu lado se disfraza de
cielo. Y me gustaría gritar que te quiero, alquilar mi soledad o colgarla del
perchero. Me gustaría amarte inventado un amor nuevo, un amor sin el
contrabando del misterio, sin emociones gastadas y sin más armas que el filo de
tus besos, con tres lunas llenas, una estrella sin puntas y dos deseos: tu boca
siempre en mi boca y miles de sonrisas levantando el vuelo.
En tu mirada he
descubierto que el desamor no es eterno.
En tu mirada, he
sentido miedo.
Muy bonito. Este lo definiría como el tropezón con la misma piedra.
ResponderEliminarNo, afortunadamente el desamor no es eterno. Precioso
ResponderEliminarPero que bonito escribes!!!!
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