No
tengo nada que decir.
Las palabras han muerto
entre dos pausas y un verso,
han muerto en la sedición de aquella promesa
que estalló en luz cuando usábamos la tarde.
Se han colgado en tus manos de olvido
para desvalijar la memoria que lucía soles
como caracolas al costado de tus besos.
Las palabras han muerto
en el hueco de una sombra tan vacía
que sólo soñaba con nieve.
Han sucumbido ante la necesidad de tu piel
ya deshecha en horizontes por la ausencia
y con un golpe de viento, con un horror metálico
se han extirpado tus cicatrices de las rodillas.
Yo creía en ellas, en sus metáforas,
otros creen en las flores
pero su sonrisa es tan fugaz
que la lluvia borra los recuerdos.
Las palabras han muerto
tiritando de amor por tus verbos.
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