Te encontré al
final de los inviernos
cuando
las sombras se equivocan
y
en las esquinas sólo te sorprenden
recuerdos.
Tú
sonreías
-o
era una batalla-
con
esa sonrisa tuya que desordena los cielos,
no
hablamos de olvidar palabras en la almohada
ni
de pájaros azules
¡Qué importa!
El
silencio nos daba tantos argumentos
y
una luz
y
una duda y hojas secas
incluso otra mirada.
Te
llamé horizonte
incapaz
de pronunciar más allá de tu nostalgia,
tú
pisabas los trópicos
sintiéndome
bello en los versos,
y
supe que te amaría un instante
un
momento
toda mi vida.
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