domingo, 15 de febrero de 2015

Esa palabra sin noches


Lejano,
más alto que un mundo inalcanzable
o que la torre de esa Babel efímera, se alza
el sueño de lo que seremos.
Todo se precipitará en la luz de una primera palabra.
Cuál será, me pregunto respirando por los ojos ausentes,
qué palabra leída o dicha
le causará un temblor de piano tan devastador
como su mano en mi pecho.
Será una palabra sin noches
clara derramando un batir de paraísos.
Yo la pronunciaré
y ella la morderá con el ansia del beso perdido.
Si llevara acento pondríale un albaricoque,
uno pequeño, como la sombra de un sollozo
que no será gemido sino lamento de una rosa ciega.
Y no temeré acompañarla de otoños
ni confesarle que mi verdad posee el color de la nieve
o que a veces es gris
o azul
o siempre mentira.
Qué palabra derretirá el ártico de su boca
y agitará los afluentes
hasta convertirnos en ambición de lunas.
Será suyo un eco elegante
susurrado entre escalofríos redondos de ombligo.
Y yo la abrazaría, creedme, la abrazaría
por los bordes más alegres del corazón
hasta que sus cabellos dejaran en libertad los mares.

Oíd, he ahí mi voz
resignando entre navíos años de estelas,
años de estelas donde la soledad nunca vacila,
no se oyen sirenas,
sólo su nombre.

                                                                 

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