otro desde que no te conozco
persiguiendo rumores exentos de jilgueros.
Quisiera arrancarte ese dolor de nubes
que te llueve en mi costado,
pintar caminos en las manos que aguardan como valles
el ruido de tu piel desnuda.
Qué beso será aquél que desobedeciendo al labio
hará del infinito mi boca.
Quién abrirá el espacio por tu cintura –justo donde se ve el mar–
para que sólo lo tocado por el dedo sea pensamiento.
Otro amanecer que duele; los sueños caen a la tierra
con la crueldad de un jazmín sin aroma.
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