Yo
jugué con él tantas tardes, y siempre,
cuando el día duraba un pensamiento.
Le picoteaba con mi lengua
y se esponjaba, se hacía largo
como un nombre que deseas pronunciar.
Solíamos soñar los jueves,
con un aro se vestía de corsario hermoso
y conquistaba crepúsculos en islas rebeldes,
o fingiendo ser hortensia
teñía las palabras con azules de pétalos
y violetas de cielo.
Al despedirse murmuraba: adiós, señor Cernuda
que Alfredo lleva por nombre,
después, el mundo se hacía horizontal
y dormía en mi hombro
con el querer suave de quien no teme a la vida.
Sólo me mintió una vez,
la mujer del lóbulo dulce se fue con el alma sin
pausa
y dijo que ella no me amaba, no le creí.
Todos los jueves sueño con él, y siempre,
aún no le creo.
A Ana Lía, con gratitud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario