En
el fluir de un te amo que se deja pronunciar
junto al vidrio del silencio, hallaré tu nombre
y la obligación de olvidarlo para amarte.
No eres una letra, no eres una sílaba
que se muerde en las lluvias azules del miedo.
Eres Akasha, la rosa, el trébol sin dudas,
eres el verso que mi piel conspira,
la daga de alma blanca y mi mano desnuda.
Mis ojos te ven en todo y en nada te miran
¿Cómo abarcar sólo con un nombre la vida?
Sintiéndote en la cisura del llanto ajeno
el amor es más que unir tu boca y mis sueños.
En la espiral que eleva, un derviche se endiosa
y girando para nacer en ti, en mí muero,
mas libre de las falsas escamas del deseo
he de amarte sin el dolor del misterio.
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