Oscilando
entre las huellas de cuando éramos
qué vanas se sospechan las mil y una noches
cuando nosotros fuimos desnudez en todas.
Las noches se
asemejaban anchas de brazos,
igual que una avenida vacía que devora
los amores
verticales de las farolas,
tú me orillabas
el cuerpo que aún no había sido
y que siempre
era, con el deseo siendo puerta.
Qué hermoso
despedir tristezas en tu boca.
Qué hermoso
deshabitar el ruido del bostezo
y ocupar los
pulsos de los astros en tu pecho.
Hicimos hogar en
el hueco de un te quiero
tan apretado que
cabíamos en un beso,
y ahora,
inclinados de años hacia la mañana
qué vanas se
sospechan las mil y una noches
cuando somos
desnudez en cada mirada.
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