Sí, la amaba.
Desde siempre.
Desde que sintió que
el dolor de la ausencia tiene eco. Desde que la soledad de la noche se volvió
demasiado oscura sin su roce.
Desde siempre.
Por
eso aquella tarde aguardó en el parque buscando su mirada entre la gente que
paseaba bajo nubes mentirosas. La angustia de no encontrarla no consiguió
desanimarle. Volvería a buscarla cada tarde de ese otoño, hasta que pudiera
escribir sus sueños en el muro de su mirada.
Sí, la amaba.
Desde
siempre.
Y
estaba convencido de que cuando la conociera los labios sellarían un cielo que
aún no existía.
Sí, la amaba.
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