domingo, 13 de diciembre de 2015

El pudor de la niebla


A veces sonrío o incluso canto –muy despacio-
pensando en los que no están
y siempre fueron –aquellos-
su nombre agita la lluvia
mientras cuento atardeceres
como trenzas hermosas de asombro.
Son las doce de la noche
hora en que el orgullo se convierte en nostalgia
y la verdad se aleja de uno mismo.
Tenía tanta prisa por amar
que confié en la ambición del olvido,
en el pudor de la niebla
que hace la vida tenue en el párpado
pero irresistible bajo el trazo del lápiz
que nos dibuja el verano desde un aroma,
desde ese piano de palomas negras
que enmudece el caos del tiempo
para vendernos una infancia un cielo
quizá el coraje de una nuez clandestina

Me duele justo en la esquina donde amo.
Qué tarde para respirarte.


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